Con un llamado claro hacia la misión transformadora de las universidades estatales en el desarrollo social, la dignificación del sentido público y el reconocimiento de la persona como el centro de toda gestión, Jorge Herrera Murillo fue juramentado esta mañana como el rector que guiará los destinos de la Universidad Nacional (UNA) para el periodo 2025-2030.
Lo hará de la mano de Alejandra Gamboa, quien asumirá como rectora adjunta y con un grupo de académicos que conformarán el Consejo de Rectoría, cuya presentación oficial se llevó a cabo en un abarrotado auditorio Cora Ferro Calabrese del centro universitario Emilia Prieto Tugores.
Herrera, doctor en Química, no escatimó tiempo ni esfuerzos para plantear la hoja de ruta de una gestión que arrancará de manera oficial a partir del 7 de julio próximo. Frente al micrófono mostró un talante de claridad sobre los retos que se avecinan, la coyuntura actual que acompaña la labor universitaria y el impacto político, social y cultural que debe encabezar una institución como la UNA, que en este 2025 cumplió 52 años.
“La educación pública de calidad, gratuita y accesible es una forma concreta de reconocer el derecho a soñar y a construir un futuro digno, porque no basta con formar profesionales, necesitamos seres humanos íntegros, sensibles y comprometidos, y es allí donde las instituciones de educación superior tenemos un rol clave en este proceso”, manifestó Herrera.
Sus primeras palabras revistieron la profundidad en los retos en los que está inmerso el mundo, de los que Costa Rica ni sus instituciones están exentos. Temas como el cambio climático, los conflictos armados, la incertidumbre geopolítica y la erosión democrática requieren, de acuerdo con el rector electo, “el fortalecimiento de las capacidades humanas, que cultiven la empatía, la moral y la razón crítica como antídotos contra el egoísmo y la polarización”.
Bajo ese escenario de incertidumbres, se abren caminos hacia las desigualdades y las injusticias, y es allí donde las universidades deben levantar la mano, apuntó. Unido a esto, enfatizó en la importancia de recuperar el papel del Estado como instrumento colectivo que ejerce la responsabilidad de asegurar los derechos fundamentales en todos los estratos sociales.
“Un sistema robusto de servicios públicos actúa como un gran igualador social porque reduce brechas, crea oportunidades reales y protege a los sectores sociales más vulnerables frente a los vaivenes de la economía. Por eso debemos reivindicar lo público, cuidarlo y fortalecerlo porque solo desde ahí será posible construir sociedades más justas, solidarias y humanas”.
Para tener influencia ante esa aspiración, Jorge Herrera considera fundamental repensar los currículos, las prácticas pedagógicas, la investigación y la extensión que reconozcan las realidades, culturas y saberes. “La ‘universidad necesaria’ sigue siendo aquella que no se conforma con adaptarse al mundo tal como es, sino que asume la responsabilidad de transformar”.
Los casi cinco años que ejerció como vicerrectora de Vida Estudiantil le permitieron a Alejandra Gamboa conocer de primera mano esas realidades. Ahora, desde su cargo como rectora adjunta, estableció su compromiso hacia la promoción de la equidad y el bien común “donde confluyan generaciones, territorios y donde exista una comunidad crítica, divergente y diversa”.
En su discurso hizo mención a la necesidad de fortalecer las sedes regionales y la sección regional, promover el talento humano y apostar por una mayor internacionalización de la universidad. “Apostamos y creemos en una institución que no deje a nadie atrás y que hace de la inclusión y el bienestar su eje central”.
Alejandra Gamboa destacó la ruta académica que se planteó a la comunidad universitaria, fruto del diálogo incesante y constructivo, y del estudio de una propuesta que se sustenta en el Plan de Mediano Plazo Institucional 2023-2027 bajo una visión prospectiva. Es la “luz larga” que les permitirá implementar las acciones propuestas con liderazgo.
Asimismo, resaltó que toda acción académica e institucional solo cobra sentido si está orientada a nuestra razón de ser: el estudiantado. “Sin estudiantes no hay universidad y sin su participación crítica y activa no hay transformación verdadera”.
Este aspecto fue destacado por Raquel Loría, presidenta de la Federación de Estudiantes (Feuna), quien hizo hincapié en la necesidad de revalidar el rol del estudiantado en la gestión universitaria y en las conquistas sociales. “Mientras aquí estamos renovando liderazgos, allá afuera, se intenta desmantelar el modelo público de educación universitaria. Se recortan presupuestos bajo lógicas tecnocráticas, se banaliza el conocimiento, se criminaliza la organización social y se ataca la autonomía universitaria”.
Su posición fue crítica incluso a lo interno de la UNA al señalar que “persisten estructuras que normalizan desigualdades, prácticas que marginan al estudiantado, procesos burocráticos que frenan cambios urgentes y discursos inclusivos que no se traducen en acciones reales”, apuntó.
El buque que salió a flote
Bajo la analogía de un barco que le tocó bregar en aguas tormentosas pero que siempre salió a flote, el rector saliente, Francisco González, compartió un resumen del entorno que le correspondió enfrentar, caracterizado por la pandemia de la Covid-19 y una crisis económica mundial, que requirió un esfuerzo de adaptación sin precedentes.
“No hay tarea más insigne que se le pueda encomendar a una persona como la de provocar a través de la educación la transformación de sus vidas y la de contribuir al desarrollo de un país hacia una mayor justicia social”, indicó. De igual manera, destacó los tres mástiles que sostuvieron la barcaza de su gestión, centrados en la defensa de la autonomía universitaria, la educación superior entendida como un bien público social y la vinculación de la universidad con la sociedad a través de la calidad y la pertinencia.
Bajo ese panorama, González resaltó el logro de la sostenibilidad financiera alcanzada, la inversión económica en favor de estudiantes en condición social apremiante, las acreditaciones que respaldaron la gestión de excelencia y el posicionamiento que ha logrado la institución. “Luego de cinco años, logramos llevar el barco al puerto con la concurrencia de las voluntades de toda la comunidad de la UNA”.
Entonado el himno de la UNA, los abrazos, las fotos, los deseos de buena gestión y las muestras de compañerismo acompañaron el cierre de una actividad que sustenta la grandeza de una universidad que cada vez se hace más necesaria ante el entorno nacional e internacional que enfrenta grandes desafíos.
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Guillermo Solano Gutiérrez